19 de mayo de 2011

Perdida. Pero no tanto.

He llegado a la conclusión que las preguntas cuanto más breves y sencillas sean, más complejas serán las respuestas.
Los mejores ejemplos, al menos en mi caso, son:

¿Por qué?

¿CUÁNDO?

Si sé qué tengo que hacer, POR QUÉ no lo hago.
Me siento triste y no sé POR QUÉ
CUÁNDO será el día que diga "¡Lo logré!"
CUÁNDO me abandoné, me dejé estar.
No entiento POR QUÉ estoy tratando de "elegir" cuando no de opciones.
POR QUÉ CARAJOS NO ENTIENDO NADA.
CUANDO DEJÉ DE TENER LAS COSAS CLARAS.

A los 4 años sabía leer, a los 8 sabía lo que quería ser en el futuro y lo mantuve durante toda la vida hasta ese momento qué no sé cuál es (el que dejé de tener las cosas claras), a los 10/12 tenía más principios de los que ahora tengo. Era más SABIA. Si, no inteligente o madura. Era SABIA. Conocía lo que tenía que hacer y lo hacía. Conocía lo que no debía hacer y no lo hacía. Y no era simplemente una cuestión de obediencia a los padres. Mas allá de eso, razonaba.

¿Cuándo perdí esas capacidades?

No es perfeccionismo. Quizá pongo la mente en marcha, quinta a fondo y me paso de revoluciones.
Pero necesito un cambio, sé que lo necesito. Sé cómo hacerlo.
Eso es lo peor.
POR QUÉ no lo hago.
Aparentemente, porque no tengo ganas. Porque rechazo el esfuerzo. Supongo.
Al menos lo dejo por escrito. Y espero dentro de un tiempo volver a leer esto con una sonisa y decir
POBRE, ESTABA RE CHAPA.
O quizá vuelva y diga UH, ESTABA A TIEMPO. POR QUÉ NO LO HICE EN ESE MOMENTO.

Quién sabe CUANDO.

Igual, tengo esperanzas. Ya va a pasar.



La sensación de que el suelo se abre. La grieta está entre mis pies. A menos que elija de qué lado estar, la caída será inminente.

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